Con el aporte de testimonios sobre el secuestro y asesinato de la actriz Mónica Morán, secuestrada el 13 de junio de 1976 cuando confeccionaba marionetas en la sala «Ranchería» perteneciente al Teatro Alianza de Bahía Blanca, comenzó hoy una nueva jornada del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el V Cuerpo del Ejército.
Tras ser secuestrada, la mujer fue detenida y torturada en el centro clandestino de detención «La Escuelita» hasta el 25 de junio de 1976, cuando apareció asesinada en la puerta de una vivienda de esta ciudad del sur bonaerense.
El primer testimonio fue brindado por María Rosa Escudero, de 67 años, también actriz, quien integraba el grupo de teatro junto con Morán.
Escudero señaló que «eran las 9 de la noche del 13 de junio de 1976 y estábamos ensayando una obra para niños y Mónica estaba en una pieza adyacente realizando sus títeres porque iba a salir por el país a hacer obras».
La testigo comentó que «en un momento se abre violentamente una puerta, aparece un hombre muy joven que tenía un arma corta y otras cuatro personas atrás, creo que con ametralladoras».
«Nos hicieron tirar al suelo, preguntaron quién es Mónica Morán. Por supuesto todos quedamos estupefactos», expresó y agregó que «volvieron a repetir muy enojados `quién es Mónica Morán`.
Entonces ella dijo: `soy Mónica Morán` y rápidamente la tomaron de un brazo con su cartera y la arrastraron afuera».
Escudero dijo que tras esa situación «nos dijeron que no nos moviéramos de allí porque nos iban a matar. Cerraron las puertas, se fueron y escuchamos a lo lejos dos automóviles».
Fue entonces que tras esperar por algunos minutos, los dos hombres que se encontraban en la sala salieron a la calle y se dirigieron a las comisarías de Bahía Blanca para denunciar el secuestro de la mujer.
«No les quisieron tomar las denuncias, fueron por todos lados y hasta el Comando Radioeléctrico, quienes le dijeron que no podían hacerse cargo de eso», agregó.
Acto seguido la mujer indicó que fueron «a la casa de los papás de Mónica» para avisarles. Luego me entero que estaba rodeada la manzana por fuerzas de seguridad».
«Después nos enteramos que el papá de Mónica dijo que no hay que preocuparse porque el capellán del Quinto Cuerpo, donde dijeron que ella estaba, es conocido del sacerdote de la parroquia San Luis Gonzaga, pegada al lado de la casa de Mónica», expresó.
La testigo comentó que «entonces le preguntábamos al padre como iba todo, que no sabíamos nada y nos decía tranquilos, al capellán lo vi y me dijo que ella está muy bien y que pronto va a salir».
«El 24 de junio de 1976 escuchamos por la radio que en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad había sido abatida la subversiva Mónica Morán en una casa de la calle Santiago del Estero con otras tres personas de las cuales no dieron su filiación«, detalló.
Escudero comentó que se enteró que posteriormente le dijeron a los padres de Morán el ataúd tapado: «no pudieron ver quién estaba allí adentro, tampoco nos permitieron acercarnos al velatorio y por mucho tiempo estuvo vigilado el lugar donde ella estuvo enterrada».
Al ser consultada por el fiscal Abel Córdoba por el velatorio de Morán, la testigo afirmó que «íbamos a ir el grupo y un amigo nuestro ya fallecido nos dijo que no vayan porque está lleno de gente custodiando y van a tener por ahí problemas o disgustos».
Al ser consultada sobre la exhumación del cuerpo, la testigo señaló que cuando estuvieron integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense le contaron que «ella estaba intacta, con su pelo todo igual porque como la habían acribillado parecía que se había desangrando de tal manera su cuerpo continúa en su estado casi igual».
«Lo único que Mónica tenía las manitos puestas así (sobre su rostro) para protegerse», agregó la testigo quien se quebró emocionalmente ante los jueces.
La testigo desconoció si Morán tenía militancia social o política al afirmar que «entró al grupo en 1971 muy ansiosa por saber de teatro porque le venía bien por su escritura y era una chica muy capacitada por lo que hacía».
Al ser consultada sobre gente infiltrada, la testigo afirmó que «en esa época todos los grupos tenía gente para aprender teatro entre comillas, pero eran bastante toscos para hacer su tarea».
«En la época de Mónica vino un muchacho para aprender teatro en los talleres, se llamaba Néstor Hernández, quien nos dijo que correspondía a la SIDE y que trabajaba de noche en teléfonos del Estado», expresó la mujer.
La testigo afirmó que «yo por ejemplo, como lo decía a boca de jarro y lo habían captado en el servicio militar, amaba el teatro y era un tipo que nos daba una mano, jamás se nos ocurrió pensar que él podía ser una especie de traidor o algo así«.
«Sé que luego del secuestro y muerte de Mónica nosotros levantamos y a este hombre yo nunca más lo vi», puntualizó.