Dicen que ella sabía desde hace quince días; dicen que el hombre, al saberlo, quedó impactado y derrumbado en un primer momento. Ella es Cristina Fernández de Kirchner, presidente de la Argentina; él es Amado Boudou, vicepresidente de la Nación. Lo que ella sabía es que tenía cáncer. Lo que se ha dicho es que Boudou se enteró de lo que pasaba horas antes del anuncio; estaba destrozado.
La jefa de Estado padece un “carcinoma papilar en el lóbulo derecho de la glándula tiroidea, sin metástasis y bien localizado”. ¿Qué significa? Que tiene un noventa por ciento de posibilidades de recuperarse favorablemente. No obstante, y así lo han confirmado los facultativos, recién cuando tenga lugar la cirugía se podrá confirmar este pronóstico. El oncólogo David Sinkin, Jefe del servicio de oncología de cabeza y cuello del Hospital Municipal Marie Curie, comentó que a esta patología específica se la denomina “cáncer bueno”; asimismo sostuvo que la única variable negativa en el proceso es la edad de la presidente.
Este escenario ha provocado que una pregunta, válida en su momento para Néstor Kirchner, ahora también lo sea para Cristina: ¿es el poder lo que los enfermó? Depende a qué se le llame poder. Lo que sí es cierto es que en esos altos cargos existe un altísimo nivel de estrés, y es esto en realidad lo que produce los resultados que hoy, como en otras ocasiones, están a la vista. Independientemente de que la salud de la primera mandataria retorne en plenitud, lo ocurrido es un antecedente que despertó algo de atención en lo médicos que siguen de cerca el caso, si se tiene en cuenta que ella no registra antecedentes familiares.
Nelson Castro, periodista y médico, nos deja ver en su libro “Enfermos de poder” las graves dificultades de salud que han atravesado varios presidentes argentinos. Fernando de la Rúa, quien por un dolor en el pecho descubrió que sus arterias coronarias no estaban bien; Carlos Menem, a punto de tomar un vuelo, sintió adormecimiento en el lado izquierdo del cuerpo siendo la obstrucción de la arteria carótida derecha la responsable del mal trago; Perón, retornando al poder con un hilo de salud. Por supuesto, Néstor Kirchner, sobre quien el propio Castro advirtió lo complejo de su cuadro de salud y cuyo final es por todos conocidos. Cristina Fernández también podría formar parte de esos capítulos, hoy con muy buenas expectativas de recuperación.
Lo que queda claro es que las enfermedades que padecen los líderes políticos, son un contrapunto irrefutable a la idea de que “todo lo pueden”. Pero, increíblemente, aún hoy la existencia de la posible y natural “fragilidad humana” troca en el término “debilidad”, ciertamente sólo en aquellos que la consideran una palabra indecible, negados a comprender que detrás de la investidura de quienes idolatran está el ser humano que convive con sus fortalezas y fragilidades; finalmente, la salud de quienes veneran les resulta lo menos importante.
La complicación en la salud de Cristina Fernández de Kirchner dejó ver un ejemplar y aplomado manejo en la comunicación presidencial, además de un notorio esfuerzo de la mandataria por evitar rumores y ánimos oscilantes. Como es de esperar para estos casos, la jefa de Estado se tomará algo más de veinte días de licencia para superar el post operatorio y realizar el tratamiento correspondiente: esa es la realidad y la batalla; tan humana, tenaz y frágil que conmueve.